15 de junio de 2011

El efecto de la masa en el individuo

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 Diluir la personalidad en un grupo agresivo, hace que cada persona se identifique anónimamente con el resto del grupo, realizando cosas que de forma individual jamás haría. El propio comportamiento de deshace de valores, principios o costumbres, incrementando exponencialmente la brutalidad de un conjunto.  El cúmulo de personas con una finalidad o identidad común, se convierte en un único barril de pólvora que estalla descontroladamente ante una chispa. Incluso en aquellas concentraciones sin una finalidad reivindicativa, como un concierto, puede, en cuestión de minutos, transformarse en una catástrofe natural potencialmente autodestructiva. 

El ser humano solo es independiente, solitario, “antinatural”.

El ser humano en grupo es social, necesario y dependiente de una estructura de la que se vale para sobrevivir y para la que aporta un beneficio. 

El ser humano en masa, deja de ser humano para convertirse en un “ser”. Pierde de vista su yo para formar parte de un conjunto “nosotros” que admite no ser identificado. Se torna primitivo, instintivo, animal.
En el momento en que sobrevive a dicha masa, su “yo” le devuelve con creces cada una de las acciones realizadas anónimamente: el aprendizaje social, los principios, valores, creencias y la empatía hacen de cada persona moralmente responsable de haber perdido el control del propio “ser”.  Este síndrome del “verdugo emocional” crece de forma inversamente proporcional a las consecuencias recibidas mientras formaba parte de la masa: es decir, si en una batalla, un soldado mata a otro, cuando vuelve a la realidad de su vida desarrollará el TEPT[1] inclinadamente a la culpabilidad (“¿cómo he sido capaz?”), mientras que si el mimo soldado, durante la misma batalla perdió una pierna, este TEPT se sentirá en parte disculpado (“todos hemos perdido”) y su tendencia se inclinará hacia la autocompasión (“preferiría haber muerto a quedarme sin pierna y con estas pesadillas”). 

Esta carencia de identificación individual, bien conocida desde hace siglos, son las que rigen el uso de un uniforme y características comunes que, sumadas a unos principios que se repiten incesantemente en tiempos de guerra, el miedo y el estrés, hacen de cada soldado una máquina letal capaz de entregar su vida o su alma, y de cada batallón, un arma de destrucción masiva que arrasa con todo lo que alcanza. 
La masa es un ente de vida limitada que descarga toda su energía en un corto espacio de tiempo y que, de sobrevivir más de lo necesario, muere lentamente por necrosis de cada uno de los elementos de su estructura. Cada persona llega a la línea de su máximo aguante, a partir de la cual, se asfixia por la perpetua pérdida de identidad. Los que se mantienen rebasado este punto, tienen una muy dura tarea para encontrar el camino de regreso a su “ser”: algunos no logran recuperarlo y otros, no resisten el camino.





[1] Trastorno por Estrés Postraumático
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13 de junio de 2011

El mito del Psicópata.

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El término "psicópata" representa hoy un concepto mundialmente asociado a otros como muerte, asesino, crueldad, arrogancia, desprecio o el tan recurrido "psychokiller" entre otros. Innegablemente el psicópata es una persona “mentalmente enferma” e incurable de tal mal, pero ¿esto es realmente así?
En 1891 Koch propone el término Inferioridad psicopática para referirse a “aquellas anomalías psíquicas innatas o adquiridas, que influencian al hombre en su vida personal, pero que, incluso en los casos más graves, no son enfermedades mentales”. Posteriormente Schneider, en su obra Las personalidades psicopáticas (1923), define estas personalidades psicopáticas como “aquellos que por su carácter sufren o hacen sufrir a la sociedad”[1] llegando término alemán de psicopatía a utilizarse indistintamente junto al de sociopatía en el entramado de la psiquiatría americana. A pesar de ello, no se puede perder de vista dos elementos que son la base de su diferenciación:

       -          el término “psicópata” no es más que un constructo de la personalidad, del cual resalta la “carencia de posibilidad de sentir realmente”[2].

       -          de igual forma, no aparece definido como trastorno en el eje II (ni en ningún otro) del DSM IV y, consecuentemente, no puede alegarse como eximente ni atenuante en la realización de una conducta.

Entre las muchas definiciones que se pueden encontrar del rasgo de psicopatía, los 20 ítems de la escala PCL-R (Psychopathy Checklist-Revisada) de Hare,  son los que ofrecen una visión más completa. Estos 20 ítems se agrupan en dos factores: 

Factor A- Egoísmo, sensibilidad y ausencia de remordimientos

      1.       Facilidad de palabra y atractivo superficial 
      2.       Elevado sentimiento de autoestima
      3.       Mentira patológica
      4.       Manipulación
      5.       Conducta sexual promiscua
      6.       Ausencia de remordimientos y sentimientos de culpa
      7.       Afecto superficial
      8.       Histórico de muchas relaciones de pareja de corta duración
      9.       Crueldad y falta de empatía
      10.   Incapaz de aceptar la responsabilidad de las propias acciones

Factor B- Inestabilidad y antisociabilidad

       1.         Necesidad de estimulación (tendencia al aburrimiento)
       2.       Estilo de vida parasitario
       3.       Pobre autocontrol de la conducta
       4.       Problemas de conducta tempranos
       5.       Ausencia de objetivos realistas a largo plazo
       6.       Impulsividad
       7.       Irresponsabilidad
       8.       Delincuencia juvenil
       9.       Versatilidad criminal
       10.   Revocación de la libertad condicional


Es la visión monoscópica y recortada de este segundo factor, lo que hace relacionar psicópata-criminal. Innegablemente existe una correlación que facilita la reiteración delictiva, pero esto no equivale a la relación causal acuñada a este tipo de personalidad. 

Por tanto, medias y elevada puntuaciones hacen de la persona un individuo incapaz de sentir lo que sienten los demás, de ser consecuente con muchas de sus acciones, insensible al castigo emocional y generalmente necesitado de experiencias que logren elevar su arousal. Por el contrario, es una persona capaz de involucrarse en la sociedad actual en un estilo de vida ajustado a sus necesidades (más solitario, independiente o incluso familiar pero despreocupado). 

Se diferencia del sociópata, es que este último es un trastorno de la personalidad conocido como Trastorno antisocial de la personalidad, incluido en la clasificación del DSM IV a partir de las siguientes características:

           A.   Patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presentan desde los 15 años de edad, como indican como mínimo tres de los siguientes ítems:
1.       Fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al comportamiento legal (reiterada perpetración de actos motivo de detención)
2.       Deshonestidad: mentir repetidamente, utilización de alias, estafar a otros para beneficio personal o por placer
3.       Impulsividad o incapacidad para planificar el futuro
4.       Irritabilidad y agresividad (repetidas peleas o agresiones)
5.       Despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás
6.       Irresponsabilidad persistente (incapacidad para mantener un trabajo o hacerse cargo de obligaciones económicas)
7.       Carencia de remordimientos (indiferencia o justificación por el robo, daño o maltrato a otros)

     B.   Que el sujeto tenga al menos 18 años para su diagnóstico
            
     C.   Que existan pruebas de un trastorno disocial antes de la edad de 15 años
        
     D.    El comportamiento disocial no aparezca exclusivamente en el transcurso de una esquizofrenia o un episodio maníaco.

Espero que esta breve introducción al concepto “psicopatía” haya servido para asentar las bases de un “borrón y cuenta nueva”. En la línea de salida de un concepto original, esperamos el pistoletazo de salida para debatir del mismo y de otros tantos en torno al mundo de la psicología criminal.


[1] A.Jarne y T. TAlarn Manual de psicopatología clínica. Cap XVII Psicopatía (A. Rodríguez). Ed. Paidós Barcelona, 2000
[2] Clekey
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